Vivo engañándome pensando que las cosas van a cambiar, cansado de esta cárcel con olor a tristeza añeja, con esa ráfaga de viento marchito corriendo todo tiempo por las ventanas sin cristales.
Cuando era niño las cosas siendo simples me resultaban deliciosas como el chocolate caliente los domingos por la mañana, como las noches de navidad...
Hoy no tengo nada más que dar que mis huesos marchitos y resquebrajados que la vida fue masticando poco a poco con sus colmillos de tres metros, con su hocico que nunca vacila a la hora de manosear y consumir lo más feliz y puro que tiene tu vida.
Vivo cansado de fornicar todo el tiempo con estos conocimientos aún verdes, por madurar, esperando a ser vendidos una vez fornicados por mi infinito esfuerzo por comprender las cosas, cosas que todavía no entiendo, por lucrar con esa prostituta costosa que es ser un "profesional". Vivo hastiado aún de sólo pensar que tendré que ahorcarme con una corbata bonita y un terno bien planchado. Mi cara de muerto aún no logra espantar esa idea redundante en mi cerebro, aún no logro asimilar que me absorve este maldito sistema.
De niño participar de esa condenada orgía color invierno, que es la escuela. Habilitarnos un cerebro apto para recepcionar las más complicadas fórmulas de cómo hacernos cada vez más infelices. Ahora comprendo una verdad que el sistema voraz se tragó por un tiempo, pero que ahora gracias a estos párrafos tristes logré hacerla regurgitar, estamos hechos maquinalmente para ser una especie simple, sin conciencia que solamente se dedica a pulular durante su penosa vida por este patio del infierno, por este inodoro del universo, que simplemente se dedica a seguir un curso trazado por la mano de un robot imaginario.
Esta verdad pútrida me perseguirá hasta el resto de mis días, hasta que simplemente mi memoria se esfume como la ráfaga de balas lanzada por un rifle de guerra, cuando me mire al espejo y sea exactamente como se encuentra mi alma desde que nací.
Nos cortaron las alas al nacer, nos dejaron privados de toda libertad de pensar, y la luna mientras mengua se burla de nosotros porque está lejos, porque al menos ella tiene algo que ocultar. Nos castrarón de la posibilidad de ser divinos, de llegar a ser algo realmente hermoso, ahora simplemente nos queda vivir para llegar a la muerte, que lo único realmente seguro.
Tengo sed y mi espíritu sediento se queja a desgarradores gritos, solamente quiero descanzar de esta vida de mierda y pensar que mañana por la mañana mi existencia realmente valdrá la pena. Esperaré ese día como todos los días que me siento a mirar por mi ventana ese cielo inútil, a mirar a que caiga la lluvia de alegría que todo tiempo anhelo, por la que aún respiro.