Sus ropas de tiempo añejo, sus ganas de color marchito. Las arrugas que acentúan sus expresiones tristes del tamaño del mundo entero. Su alma con voz agonizante. Su cuerpo de consistencia muerte.
Mirando la gente pasar, el sol ponerse... Su cuerpo desgastarse día tras día. El mismo trajinar triste, la historia eterna del universo cambiante, cuestiones de la naturaleza por las cuales no tiene un objetivo fijo, acorde consigo mismo ni con el mundo entero.
Alza las manos para pedir ayuda, sin embargo todos pasan y lo miran de modo despectivo, y de cada quiénsabecuantas personas alguna de ellas se remite a echarle una moneda. No tiene un sombrero donde las echen, y tampoco vaso ni cuenco, símbolo de su pobreza. Solamente porta como insignia primera su desoladora tristeza, portadora del hambre de su estómago y de su alma, ladrona de su virtud. El propio aire putrefacto que emana de sus pulmones lo hace tiritar, pedir a gritos abrigo, sin embargo nadie lo escucha, por eso perdió el habla, por eso perdió las palabras.
Nadie sabe cuantas cosas pasaron que pudieron haberlo arrojado a pedir dinero, a pedir una cura para su alma con cáncer de depresión, y por supuesto a nadie le interesa; mirando los niños pasar de la mano de sus padres comprende el porqué de sus sonrisas, frunce el ceño y hierve en su sangre el odio, porque envidia su confianza, porque envidia el hecho de exista su compañía mutua.
Sin embargo cuando ve a los niños que, como él, no son más que dueños de su propio cuerpo y alma, piensa el porqué de su castigo, el porqué de que la vida se torne tan dificil para la gente desdichada y sin una sola moneda en el bolsillo zurcido de su pantalón roto. El porqué la gente pierde a sus seres queridos.
La necesidad los volvió egoístas, amargados, malditos, pues vió a tantos pequeños morir de hambre bajo el puente, que es donde duerme, con las cucarachas y las ratas de compañeras y de alimento, sin más abrigo en su cuerpo que su camisa desgastada y su pantalón roto, sin más protección en sus pies que sus zapatos regalados, y ya destapados, dejando a su paso huellas tan profundas como el color de sus ojos.
Después de tanta indeferencia la palabra "gracias" se borró de su vocabulario.
Las ráfagas de viento con misión de matar buscan ahora los agujeros más grandes de sus ropas insulsas, y es en ese momento cuando extraña los brazos de su madre, las caricias de su mujer y los besos de su hija.
La falta de leche le quitó los dientes, y la falta de amor le arrebató la sonrisa. La vida endemoniada le quitó la posibilidad de conseguir un empleo y la muerte inoportuna le quitó sus motivos de vivir. Huérfano de toda alegría hoy llora porque no tiene otra salida más que esperar que el destino lo arrastre hacia su pronto sueño eterno, ya que él no puede quitarse la vida.
Y lucha por su existencia porque las personas que lo eran así lo quisieron y cada vez que escucha un grito clamando auxilio se le escarapela el cuerpo. Maldice las horas en que tuvo familia, mientras que en otra parte de su mente siente como su corazón llora por aquellos sentimientos tan estúpidos, por haber maldecido lo más hermoso que pudo tener jamás.
No recuerda su muerte, porque podría morir de hacerlo, mientras que yo acecho, mientras que yo espero. Mientras que yo sonrío al ver como su desdicha desgarra sus deseos. Mientras observo como mis actos mutilan su razón de ser.
Y así como me lleve a esos niños, solamente espero el momento exacto para presentarme ante él. Y así como hace un par de años, o segundos quizá, hice que un accidente las trajera conmigo, hoy espero que los recuerdos más tristes de su mente inútil le quiten del todo la conciencia y pueda traerlo conmigo, para así tener una víctima más en mi presencia. Hombre marcado por su sola existencia, vagará en vano hasta que le dure la resistencia, mientras tanto más gente seguirá muriendo y yo seguiré sonriendo, hombre condenado, hombre maldito, todo estaba escrito y un día de estos te llevaré conmigo.