jueves, 30 de abril de 2009

El último recuerdo





Corro, corro, no sé qué hacer, sigo sintiendo los pasos que me persiguen como perros rabiosos a punto de rasgarme la carne. No sé si pueda más.



Tengo que seguir corriendo, más adelante diviso una escalera de metal, esas de emergencias que le permiten a uno meterse a los departamentos por las ventanas. Está a medio bajar. Cuando llego a ella vuelvo a escuchar el grito de mi perseguidor, tengo que lograrlo. Salto para asirme de uno de los escalones de metal. Fallé, una maldita fruta podrida me ha hecho resbalar, ¡maldita gente!, nunca pueden botar su basura donde es debido.



Me levanto como puedo, las cosas no me pintan nada bien. Esta noche debí quedarme en casa. ¡Ay Blanca! Si tan sólo divisaras mis ojos sufriendo sé que en este mismo instante te interpusieras entre mi destino y yo, cosa que no permitiría jamás, claro está.



Al final mi perseguidor también resbala, no sé con qué. Aprovecho ese momento, salto de nuevo la escalera de nuevo sin éxito, y corro otra vez.



Al seguir corriendo noté que las calles por las cuales iba no eran las mismas que recordaba desde siempre, incluso los anaqueles y estantes en las tiendas no parecen ser los mismos. Casi siempre pasaba por esta calle para ir a buscar a mis amigos. Por desgracia ninguno que me pueda ayudar se encuentra en la ciudad.



Sigo corriendo y corriendo y cuando mis pasos ya no pueden más vuelvo a tener el mismo sentimiento de desazón dentro de mí, que no es tan si quiera por la muerta prematura que me persigue a toda velocidad mientras yo corro con zapatos hechos de plomo. Las caras de las personas parecen ahora más vivas, como si cada segundo que pasase lo viera transcurrir como cuando caen gotas de lluvia hacia el suelo.



Las cosas más insignificantes se me hacen notorias, por ejemplo el nuevo color de mantel de la señora vendedora de Flores, la camisa de rayas que nunca le había visto al tendero de la esquina, el gato pardo que cruzó la calle y subió al tejado, y así podría seguir detallando cosas que en más de 25 años de vida no había visto pasar.



Cuestiones como estas no son raras, sencillamente imperceptibles. Y ahora que mientras cavilo se me cruza el tan temido perseguidor, esta vez con una sonrisa triunfante en el rostro dispara sin piedad sobre mi muslo izquierdo.



La sensación desboca en mis nervios y en un impulso desesperado echo a correr nuevamente de la manera que puedo, llego al cementerio pensando en qué habrá provocado que se detenga mi futuro asesino, mientras pienso también en porqué diablos no pedí ayuda.



Una vez me siento en una de las lápidas noto como lentamente va apareciendo una sensación de quemazón en el punto de impacto para luego ir expandiéndose de forma rápida sobre todo mi muslo, siento como los nervios me agarrotan el resto de los músculos y me hacen retorcer de desesperación. Las ganas de gritar y luego de un momento el grito desgarrador que produce el dolor insoportable del trozo de metal incrustado a tal velocidad sobre mi carne: ¡Aaaaaaaaah!!!



Luego de un instante percibo nuevamente las sensaciones externas, detalles infinitamente insignificantes para una persona con la certeza de la vida. Irónicamente diríamos que en el momento de la muerte no me voy a andar fijando en agobios tales como porqué está mal ciudado el césped, o como porqué nadie le llevaba flores al dueño de la lápida en la cual me arrecuesto, y entre tantos pensamientos insulsos de nuevo aparece delante mío el servidor enviado por la muerte para darme mi pasaje de avión.



Al parecer no tiene tiempo para esperar, dispara sin piedad sobre mi pecho. Esta vez siento, por un instante, como si estuviera chorreando un líquido caliente mientras que luego voy sintiendo el ya conocido, aunque reciente, dolor del maldito disparo, los gritos no se hacen esperar de mi parte, mientras pienso porqué lo hice, porqué hice eso, porqué tuve que andar espiando donde no debía. Maldita gente con sus negocios turbios...



No tuve intenciones, Blanca, y aunque las cosas ahora se me salieron totalmente de control, quiero que entiendas que mientras pienso en nuestro perdido futuro, también pienso en ti y en nuestra vida juntos, mañana por la mañana que te levantes con los ojos cansados y pensando en tu amor, las cosas no serán como todos los días, porque tu detalle más grande, que soy yo, este día pierde su chispa, a manos de un sicario que sólo le importa matar.



Mirar ahora el sol saliente, recordar los momentos junto a ti, en donde nos prometimos vivir hasta envejecer, saber que no puedo cumplir con esa promesa, ese es motivo mayor para morir de una vez.



Las cosas no salieron como yo quería, y por más que sienta el mundo más vivo que toda la ciudad junta, la situación seguirá siendo la misma, y yo por consecuencia tengo que perecer.
Mañana por la mañana, Blanca, no llores mi muerte y si por algún motivo lees mis pensamientos mientras los mentalizo, recuerda siempre quién fue el que más te quiso, quién es el que te ama y te amó.



No eches a perder tu existencia y mientras sobrevivas a mi ausencia, déjame entender y darte a entender porqué pierdo la vida: Al parecer la razón tan sencilla como que no debes mirar mucho a un ladrón, estafador, extorcionador u hombre con dinero y todo que perder.



Esta noche, Blanca, para mí ya no serán buenas. Y como pienso ahora en todas estas cosas el tiempo me hace reconocer mi actual situación, el dolor consume mi cuerpo entero y sólo espero morir. Miro hacia mi captor, y de nuevo con una sonrisa jala el gatillo...



Recuerdo en estos precisos instantes el último beso contigo, el día que falleció mi padre, el día que se fue de la casa mi madre, y el día que nos casamos. Ahora mientras la vista se me va nublando y todo se va volviendo negro, quiero , Blanca, que mañana por la mañana me digas que te espere, que las cosas van a terminar como lo planeamos antes de mi muerte, Buena suerte, sé fuerte y con el tiempo cuando lo pienses recuperarás la compostura y darás gracias por no haber cometido la locura y el error de seguirme con premura.



Mañana por la mañana cuando despiertes, todo será diferente, aunque tu vida de muerta viviente te lo oculte hasta que partas cerca de mí, que esperemos sea mucho tiempo.



Ahora no veo casi nada, la oscuridad y el dolor desaparecen consecutivamente... Ahora, Blanca, me desea la muerte, pero cuídate, y aléjate de mi suerte, ¡Te amo con todo mi sentir! porque aún oigo tu latir cerca de mí. Adiós.



Y con un último suspiro pude ver como en una película la única cosa que me hace sentir vivo: la ausencia de la muerte y el amor en un mismo camino.





4 comentarios:

Silderia dijo...

Sólo tengo una cosa que decirte o más bien dos, si mis zapatos son de plomo y mi amor es más grande que todo lo demás, prefiero morir luchando que tumbado junto a una tumba, la de un desconocido, que por malos propósitos, ahora me ampara con brazos abiertos. Nunca huyas de ellos, ya te encontrarán da la cara y no tendrás nada que anelar, quizás si. Lo que dejas, ya que nunca podrá olvidar.

Ignotus dijo...

Gracias otra vez por tu atención, Silderia. Interesantes palabras. Espero tener algo mejor para la próxima ;-).

Silderia dijo...

Siempre tienes algo mejor para la próxima.

Ignotus dijo...

Gracias, siempre me entusiasman tus palabras.