jueves, 30 de abril de 2009

El último recuerdo





Corro, corro, no sé qué hacer, sigo sintiendo los pasos que me persiguen como perros rabiosos a punto de rasgarme la carne. No sé si pueda más.



Tengo que seguir corriendo, más adelante diviso una escalera de metal, esas de emergencias que le permiten a uno meterse a los departamentos por las ventanas. Está a medio bajar. Cuando llego a ella vuelvo a escuchar el grito de mi perseguidor, tengo que lograrlo. Salto para asirme de uno de los escalones de metal. Fallé, una maldita fruta podrida me ha hecho resbalar, ¡maldita gente!, nunca pueden botar su basura donde es debido.



Me levanto como puedo, las cosas no me pintan nada bien. Esta noche debí quedarme en casa. ¡Ay Blanca! Si tan sólo divisaras mis ojos sufriendo sé que en este mismo instante te interpusieras entre mi destino y yo, cosa que no permitiría jamás, claro está.



Al final mi perseguidor también resbala, no sé con qué. Aprovecho ese momento, salto de nuevo la escalera de nuevo sin éxito, y corro otra vez.



Al seguir corriendo noté que las calles por las cuales iba no eran las mismas que recordaba desde siempre, incluso los anaqueles y estantes en las tiendas no parecen ser los mismos. Casi siempre pasaba por esta calle para ir a buscar a mis amigos. Por desgracia ninguno que me pueda ayudar se encuentra en la ciudad.



Sigo corriendo y corriendo y cuando mis pasos ya no pueden más vuelvo a tener el mismo sentimiento de desazón dentro de mí, que no es tan si quiera por la muerta prematura que me persigue a toda velocidad mientras yo corro con zapatos hechos de plomo. Las caras de las personas parecen ahora más vivas, como si cada segundo que pasase lo viera transcurrir como cuando caen gotas de lluvia hacia el suelo.



Las cosas más insignificantes se me hacen notorias, por ejemplo el nuevo color de mantel de la señora vendedora de Flores, la camisa de rayas que nunca le había visto al tendero de la esquina, el gato pardo que cruzó la calle y subió al tejado, y así podría seguir detallando cosas que en más de 25 años de vida no había visto pasar.



Cuestiones como estas no son raras, sencillamente imperceptibles. Y ahora que mientras cavilo se me cruza el tan temido perseguidor, esta vez con una sonrisa triunfante en el rostro dispara sin piedad sobre mi muslo izquierdo.



La sensación desboca en mis nervios y en un impulso desesperado echo a correr nuevamente de la manera que puedo, llego al cementerio pensando en qué habrá provocado que se detenga mi futuro asesino, mientras pienso también en porqué diablos no pedí ayuda.



Una vez me siento en una de las lápidas noto como lentamente va apareciendo una sensación de quemazón en el punto de impacto para luego ir expandiéndose de forma rápida sobre todo mi muslo, siento como los nervios me agarrotan el resto de los músculos y me hacen retorcer de desesperación. Las ganas de gritar y luego de un momento el grito desgarrador que produce el dolor insoportable del trozo de metal incrustado a tal velocidad sobre mi carne: ¡Aaaaaaaaah!!!



Luego de un instante percibo nuevamente las sensaciones externas, detalles infinitamente insignificantes para una persona con la certeza de la vida. Irónicamente diríamos que en el momento de la muerte no me voy a andar fijando en agobios tales como porqué está mal ciudado el césped, o como porqué nadie le llevaba flores al dueño de la lápida en la cual me arrecuesto, y entre tantos pensamientos insulsos de nuevo aparece delante mío el servidor enviado por la muerte para darme mi pasaje de avión.



Al parecer no tiene tiempo para esperar, dispara sin piedad sobre mi pecho. Esta vez siento, por un instante, como si estuviera chorreando un líquido caliente mientras que luego voy sintiendo el ya conocido, aunque reciente, dolor del maldito disparo, los gritos no se hacen esperar de mi parte, mientras pienso porqué lo hice, porqué hice eso, porqué tuve que andar espiando donde no debía. Maldita gente con sus negocios turbios...



No tuve intenciones, Blanca, y aunque las cosas ahora se me salieron totalmente de control, quiero que entiendas que mientras pienso en nuestro perdido futuro, también pienso en ti y en nuestra vida juntos, mañana por la mañana que te levantes con los ojos cansados y pensando en tu amor, las cosas no serán como todos los días, porque tu detalle más grande, que soy yo, este día pierde su chispa, a manos de un sicario que sólo le importa matar.



Mirar ahora el sol saliente, recordar los momentos junto a ti, en donde nos prometimos vivir hasta envejecer, saber que no puedo cumplir con esa promesa, ese es motivo mayor para morir de una vez.



Las cosas no salieron como yo quería, y por más que sienta el mundo más vivo que toda la ciudad junta, la situación seguirá siendo la misma, y yo por consecuencia tengo que perecer.
Mañana por la mañana, Blanca, no llores mi muerte y si por algún motivo lees mis pensamientos mientras los mentalizo, recuerda siempre quién fue el que más te quiso, quién es el que te ama y te amó.



No eches a perder tu existencia y mientras sobrevivas a mi ausencia, déjame entender y darte a entender porqué pierdo la vida: Al parecer la razón tan sencilla como que no debes mirar mucho a un ladrón, estafador, extorcionador u hombre con dinero y todo que perder.



Esta noche, Blanca, para mí ya no serán buenas. Y como pienso ahora en todas estas cosas el tiempo me hace reconocer mi actual situación, el dolor consume mi cuerpo entero y sólo espero morir. Miro hacia mi captor, y de nuevo con una sonrisa jala el gatillo...



Recuerdo en estos precisos instantes el último beso contigo, el día que falleció mi padre, el día que se fue de la casa mi madre, y el día que nos casamos. Ahora mientras la vista se me va nublando y todo se va volviendo negro, quiero , Blanca, que mañana por la mañana me digas que te espere, que las cosas van a terminar como lo planeamos antes de mi muerte, Buena suerte, sé fuerte y con el tiempo cuando lo pienses recuperarás la compostura y darás gracias por no haber cometido la locura y el error de seguirme con premura.



Mañana por la mañana cuando despiertes, todo será diferente, aunque tu vida de muerta viviente te lo oculte hasta que partas cerca de mí, que esperemos sea mucho tiempo.



Ahora no veo casi nada, la oscuridad y el dolor desaparecen consecutivamente... Ahora, Blanca, me desea la muerte, pero cuídate, y aléjate de mi suerte, ¡Te amo con todo mi sentir! porque aún oigo tu latir cerca de mí. Adiós.



Y con un último suspiro pude ver como en una película la única cosa que me hace sentir vivo: la ausencia de la muerte y el amor en un mismo camino.





jueves, 16 de abril de 2009

Bailando con mi princesa

Mientras esperas sentada en la cama me dirijo hacia el ordenador para poner una canción romántica. Avanzo lentamente mientras pienso cuál sería la mejor canción para bailar con mi amor. Escojo una canción, a mi parecer bella, te la dedico, te lo digo pensando en voz alta.

Te levanto de la cama, te pego muy cerca hacia mí y, mientras miro por un momento el ordenador, elevo el volumen para que mientras cante no se escuche mi pésima voz.

La letra y la melodía van avanzando y me pierdo en tu mirada. Qué no daría yo por encontrarme e irónicamente por perderme en el profundo color café de tus ojitos de sol. Tomo una de tus manos pequeñas entre la mía y con la otra procuro sostenerte mientras me miras con cierta atención.

Te miro y tú me miras, y cuando te digo "Te quiero, mi amor" me prestas mucha mayor atención, me miras y sonríes, te avergüenzas y agachas la mirada y yo sonrío por esa simple razón.

Créeme cuando te digo que juro que nunca dejaría de mirar esos ojos con admiración. Amo esa mirada tierna esas mejillas llenitas. Amo tu ceño fruncido y tus ganas de aprender más día a día. Amo tu sonrisa color de primavera. Amo las líneas de tus manos, amo la forma en que se acomoda tu cabello, igual al mío y no por eso me amo tanto como amo a la princesita más bella del mundo entero.

Vuelvo a repetir la escena y te vuelvo a mirar. Vuelvo a colocarme cerca de tu oido y te susurro mientras me muevo con el compás que me da el sonido, te digo esta vez que te amo y tu sonrisa se hace más evidente.

Al parecer no puedes hablar, y bueno para mí es obvio, no tengo que decir nada más. Sé que también me amas lo noto en tu pensar. Esta vez resultaste aún más tierna y me abrazaste sin pensar.

Ahora sigo cantando junto a la música de la canción y mientras mis manos siguen sosteniéndote trato de apretar un tanto más la mano que toca tu mano. Te alejas un poco de mi y me vuelves a mirar, acaricias mi rostro, y yo me derrito viendo tus deditos pasar.

Te vuelvo a mirar, otra vez. Ahora me acerco lentamente hacia ti te doy un dulce beso en tu boquita pequeña, esta vez te quedaste perpleja pues aunque siempre lo hago al parecer este beso inocente fue con más intensidad. Te pido un beso ahora, pareces dudar, sin embargo te acercas de un modo un tanto torpe pero encantador y pones tus labios en los míos.

Ahora vuelvo a acercarme, te intento abrazar, pero algo inesperado pasa. Me acabas de golpear, tus manitos dieron en mi frente, lo que pasó creo adivinar, al parecer te has cansado, me miras asustada. Pero mi risa has notado y sonríes conmigo, arruinaste una escena romántica, una escena magnífica, la más romántica de todas las que he tenido en mi miserable vida, que dejó de ser miserable con tu vida.

Sigues riendo y me rio sin parar, pues para tener un año de vida eres una cómica sin igual, además de saber bailar. Ahora que te veo de nuevo nos parecemos mucho, y sigo pensando y pensando y me rio sin parar. Al parecer te cansaste de tanto cariño, pero no importa a veces me comporto como un niño y no puedo evitar darte amor sin parar pues te amo hijita querida y no lo puedo evitar.

Ahora si algún día leyeras esta historia sabrás que siempre en mi memoria se guardarán momentos tales como este que si me vieras escribir también me verías llorar, te amo tanto que el mundo pareciera que se me va a acabar. Se me consume la vida mientras tu vida se llena, ahora que eres pequeña espero poder ganar esas gotas de cariño que ahora con golpes me das.
Aún no sabes hablar y como lo dije antes no necesitas tal, pues si lo hicieras me darías un golpe fatal, un golpe de felicidad, porque nada me haría más feliz que escuchar "te amo papá" y sé que dentro de poco lo harás. Y sin cansarte mucho me despido y ahora te pido que no me dejes de amar jamás.

miércoles, 1 de abril de 2009

Nada grita más fuerte que el silencio

Las peleas se han vuelto insoportables,
las cosas que oigo de sus labios
no me permiten seguir hacia adelante,
algo me nubla la mente,
quedarme aquí es un peligro constante.

Necesito caminar,
quiero respirar,
pues nada odio más
que este inútil silencio.

Escapar de este infierno
no puedo, no puedo...
No puedo seguir viviendo
y las cosas que me vienen a la mente
parecen nada más que un recuerdo.

Ayer por la noche volví a verla llorar
mis manos no la quieren volver a tocar,
el dolor de ella es tan grande
que las cosas y el mundo entero
se me posan delante.

Esta noche llegué tarde,
nada malo hacía,
pues se ve que sé escribir poesía.
Y un poeta tiene las manos benditas.

Sin embargo esta noche,
a pesar de tanto reproche,
discutimos otra vez,
sus uñas de nuevo rasgaron mi piel...

Me levanté del suelo
la miré con resolución,
había perdido la razón,
las cosas no tiene solución.

Nada pesa más que un golpe al alma
las cosas no tienen calma
cuando levantas la voz,
y porque eres tú
es la única razón de que no te haya abandonado.

Empezó con un empujón,
hoy tus gritos de dolor
son mi maldición.
Necesito respirar,
necesito aliviar esta quemazón
que siento en el corazón.

Cuando llegué no te podías levantar,
los golpes que te di
te dañaron hasta gritar,
ya no sé que decir,
¡discúlpame!,
pues te amo a mi pesar.



Ha pasado un tiempo,
las cosas siguen igual,
ahora más que nunca
quisiera renunciar,
pero la verdad no puedo,
soy un cobarde sin igual.

Y nada pesaría más
que tu ausencia,
que esta habitación
sin tu olor y tu gritar.

Ahora disfruto de tu dolor,
tus gemidos y gritos
me llevan a pensar
que solamente necesito
el sabor de tu pesar.

Me gusta el sabor de tu sangre,
me excito sin igual,
y hasta que hagamos el amor
no voy a parar...
Te amo, aunque no sé la razón...

Al levantarnos a la mañana siguiente
las cosas siguen tan igual,
luego de los golpes
tu cuerpo me hace vibrar.

Pero no puedo olvidar
que esta mañana parece necesitar
algo más de sangre,
algo más de impiedad.

Llevo ocho días con esa duda
la verdad, aunque sea cruda,
me tiene sin hablar.
Este noche no peleamos,
me dejé golpear.

Ha llegado el día, te necesito,
tu cuerpo sin vida,
tu alma perdida,
te necesito.

Nada importa ya,
de nuevo empiezas a gritar.
No te comprendo,
solamente pienso en matar.

Miro tus ojos llorosos,
no entiendo,
no sé que pensar...

Allí vienes de nuevo,
con los brazos en alto,
llorando, llorando...

Nada pesaría más
que tu vida de nuevo
recorriendo mi guarida,
no tengo que soportar más.

Te miro a los ojos,
camino hacia ti,
tienes miedo, lo sé,
pues has calmado tu enojo.

Quién sabe como se verá
mi cara distorsionada
por el odio que saldrá,
ahora estás tirada.

El golpe no fue suficiente,
ahora que lo pienso,
nada me excitó más
que ver gemir a un casi muerto.

O una casi muerta,
debiera decir,
pues al darte en la cabeza,
las heridas abiertas
y tu desesperación
dejaron paso a mi excitación.

Y mientras te desvestía
con insana perversión
no pude evitar sentir
que mi locura
mascaba fuerte mi corazón.

Mientras con tus piernas
me empujabas hacia ti
no pudiste sentir
mis verdaderas intenciones.

Las razones que tomé
para poseerte de esta manera
no las conoce ni mi alma,
gimes como una ramera
mientras te meto la muerte entera.

Una ves terminado
notaste que seguía golpeando,
tus uñas rasgaron la pintura,
ahora estás asustada, ¿o no?
estáte segura.

Te dejé ir, esta vez,
para acumular diversión,
no hube de ver entretenimiento
en matarte sin previsión.

Por ello te lo dije
y tus ojos se agrandarón,
las lágrimas de nuevo brotaron
y mientras corrías con tu cuerpo
desnudo y amoratado,
las cosas no cambiaron,
todo estaba determinado.

Ahora gritabas, pero aún así
las cosas no habían terminado.
Tome un martillo, y lo pensé,
mejor sería la sangre en un cuchillo,
un simple ataque y todo finiquitado.

Así sucedió, mientras buscabas tu ropa,
perdiendo el tiempo tontamente,
la sombra en el cuarto aparecía continuamente,
una sombra atormentadora, inquietante.

Cuando llegué con mi cuchillo
estabas en sostén y yo en calzoncillos,
te retorcías en el suelo,
mientras clamabas ayuda al cielo.

Las cosas no cambiaron, de nuevo,
caminé hacia ti sin remordimientos,
empujé la hoja hacia tu seno.

La sangré empezó a brotar,
se terminaba mi sufrimiento,
ahora todo sería silencio,
como en mis sueños, en mis pensamientos.

Una vez di la espalda
algo se paralizó en mi cuerpo.
Era mi corazón ahora muerto
que vivía para ver morir su sufrimiento.

Caminé lo más que pude
para tenerte cerca de mí,
ahora comprendí
el motivo de todo esto.
La muerte viene hacia mí,
rie y me mira con detenimiento,
¿le parecerá divertida mi partida
después de tanto sufrimiento?
El amarte me llevó a esto,
ahora estamos juntos
a pesar de tantos malos sentimientos.
Espérame donde estés,
para volver a darte sufrimiento.
Es lo que te mereces
por hacerme sentir esto,
espérame que por ti iré.

Nada grita más fuerte
en el silencio,
que la espera de un corazón
que se dio por muerto.

lunes, 23 de marzo de 2009

Sin vida

Abrí los ojos, levanté la mirada y vi delante de mí un techo simple, sin ninguna clase de adornos. Al ponerme en pie tuve la extraña sensación de haber olvidado algo, como si tuviera un pendiente importante que urgiera por ser cumplido. Miré mis manos, raras, de dedos largos. Miré hacia las esquinas y en una de ellas encontré una cesta con una almohada sobre ella, y en el frente tenía unas letritas en madera que formaban el nombre CANDY. Me sorprendió pues recordé que tenía una gata hace un par de años. Lo extraño era que la recordaba como si simplemente la hubiera visto todos los días en algún otro lugar, quizás en la televisión.

Terminé de parame, la cabeza me dolía un poco. Caminé hacia el cuarto de baño prestando clara atención de todo lo que a mi alrededor podía observar. Miré un cepillo de dientes azul sobre un vaso, dentro del cual también se encontraba la pasta de dientes y una máquina de afeitar. Luego miré hacia el lavabo, había una jabonera celeste con un jabón semi-transparente, supongo que es de glicerina, que graciosa palabra "glicerina", suena similar a cocaína. Bueno tomé el jabón y dándole una sobada suave contra las manos formé un poco de espuma con el agua, luego de lo cual me lo eché a la cara, estaba medio atontado, lo noté por la absurda razón que dejé que me entrara jabón en los ojos; lo curioso es que normalmente si uno anda medio atontado por el sueño o algún dolor tiene los ojos entrecerrados, por lo cual no es normal que pase lo que me pasó. En fin, sentía ardor y picazón en los ojos, los restregué un poco, les eché agua y listo. Mantuve un momento la mirada sobre mi rostro. Estaba un tanto anormal, con una mirada de astucia, algo que no era normal, agité el rostro hacia los lados, luego de lo cual obtuve la expresión que buscaba tener, la de ligeron atontamiento. Mis cejas gruesas, mi frente amplia, el cabello largo echado hacia atrás, la nariz un tanto gruesa, los labios no muy delgados ni muy gruesos, la cara delgada, el cabello negro; miraba el espero y los ojos negros en ellos me devolvían una mirada ahora extraña. Aún ahora me pasaba, mirándome a la cara, esa sensación extraña de que han pasado años y no me reconozco una vez me miro con atención. No sé si será algo normal, quizás, en mi mente corre el vago presentimiento de dejavú, como si alguien me lo hubiera comentado antes... Sí, quizás sea eso.

Caminé hacia mi habitación de nuevo. Mi ropa se encontraba planchada, lo recuerdo, lo hice ayer... Pero, ¿sería realmente ayer?, tenía la extraña sensación de distancia en la mente, como si simplemente estuviera repasando parte de mi vida, mas no que estuviera tan cerca del presente.
Me vestí y salí del cuarto, observé mis muebles de tapizado simple de un solo color, no me gustaba el cuero, sobre todo el olor que emana. Anduve hasta la cocina y simplemente me serví un vaso con yogurt, estaba helado, lo cual me proporcionó cierto placer. ¡Ah, qué rico!, me dije. Ahora, ¡a trabajar!.

Pero a trabajar ¿dónde? Por un extraño momento no pude recordarlo. En mi mente raras imágenes de un lugar sobrio, en el cual tenía cantidad de aparatos, objetos ahora sin sentido. Pues bien a seguir adelante, recuerdo que tampoco me gustaba tomar taxi, no me gustan los buses, tampoco tener auto, aunque puedo comprármelo. Así que caminé hacia mi trabajo, estaba a unas 10 cuadras, pero iba con tiempo. Al llegar noté que me observaban desde lejos, como vigilándome. Al llegar a la puerta de ingreso de la empresa me saludaron.

-Buenos días, doctor.

-Buenos días, doctor Carl.

-Buenos días - Respondí.

Tengo una voz gruesa, otro detalle que no se escapó a mis observaciones.

-Buenos días, doctor Nicola.

-Buenos días, Max.

Otra vez lo mismo, recordé maquinalmente el nombre del portero. Pero no es esta la manera normal de recordar a alguien. ¿Porqué diablos recuerdo de esta manera? Como si todo, absolutamente todo lo hubiera visto en una especia de película. Ninguna de las cosas que están sucediendo en este instante me resultan actuales. Solamente tengo, en este instante, este sentimiento irreal de que sé exactamente en teoría quién soy, pero que no siento que soy eso.

Avanzé por la puerta recordando que mi oficina se encuentra en el quinto piso. Al subir el ascensor, luego de salidar a media docena más de personas, me encontré a unos pasos con mi secretaria, Roxane.

-Buenos días, doctor.
-Buenos días, Roxane. ¿Alguna llamada para mí?

-Ninguna, doctor. Su periódico se encuentra en su oficina.

-Gracias, Roxane. A ver si más tarde pasas a mi oficina, requiero unos documentos, además sería bueno que nos sentáramos a conversar con un buen café.

-Está bien doctor- me lo dijo con una sonrisa malicionsa.

Pasé a mi oficina, un lugar tal como el que había recordado. Me senté en mi sillón absorto en mis pensamientos. Como sería esto posible, ¿le habría pasado antes a alguien?... Preguntas, a mi parecer, sin una respuesta determinada. Mientras más lo pensaba sentía que me iba estallar la cabeza de pensar en tantas cosas por resolver a la vez, como cuando estudiaba en la universidad... Vaya, hasta eso me parece recordarlo como por simple memoria de alguien ajeno.

Abrí los cajones de mi escritorio en busca de detalles que me llevaran a descubrir, o recordar, más sobre mí mismo. Encontré muchos objetos del trabajo en los cajones, pero cuando me faltaban abrir dos cajones para terminar, encontré en el del centro un portarretratos con cupo para dos fotografías. Dentro de una estaba una mujer conmigo en una playa, a primera vista he de confesar que es una hermosa mujer, realmente hermosa, de cabellos largos y rubios y cuerpo excelente, al menos como a mí me gustan, senos grandes y un tanto separados, cintura pequeña, y un trasero medianamente grande y firme. En esa foto estábamos sonriendo, yo le estaba dando una palmada en el trasero, algo que me gusta hacer, los dos con ropa de baño y lentes de sol, al ver donde se posaba mi mano no pude reprimir una sonrisa. La segunda foto tenía a tres personas, de esa linda mujer, esta vez un niño y yo. El niño de cabello negro, las facciones del rostro de la mujer, pero con mis cejas y mis ojos. Ahora lo recuerdo, mi hijo y mi esposa. El niño se parecía a su madre, pero ciertos detalles que lo hacían parecido a mí. La memoria me dijo que teníamos 10 años de casados. ¡Qué mujer!, pensé, y de verdad muy hermosa; en la segunda fotografía estábamos en el jardín de nuestra casa, mi hijo con unos shorts y una playera, y mi mujer con una falta corta y una linda blusita, lindos pechos. Rosa y André, mi familia, miré mi anillo de casado y me sentí de nuevo en un mundo aparentemente real, pero a la vez increíble, pues esta no parecía mi vida...

-Permiso, doctor Carl.

-Adelante, Roxane.

-Su café doctor.

-Siéntate. Primera deja mi café aquí - dije señalando un extremo de mi escritorio.

Lo siguiente que sucedió fue puro instinto. Mientras ella dejaba la taza donde le indiqué mi mano lentamente fue a parar por su pantorrilla, luego fui subiendo la mano hasta llegar al borde de su minifalda apretada. Mientras lo hacía ella iba dejando salir un suspiro de placer y cuando miré sus ojos los ví cerrados disfrutando de mis manos. Instantes después sentí que con un temblor en sus muslos se dió la vuelta y me ofreció sus pechos, fui desabotonando lentamente su blusa mientras ella se sentaba en una de mis piernas, una vez lo hice ella me daba besos cortos pero agrables en la oreja, en el lóbulo, en el cuello... Mientras tanto yo iba subiendo y bajando las manos por sus senos, ¡ah, que agradable!, a ella también le gustaba mucho, sus suspiros se hicieron más evidentes. Dejé sus muslos en paz un momento, pasando a sus pechos, le quité el sostén, lamí sus agradables pezones, ella estaba descontrolada, me levantó la cara y metió su lengua en mi boca, desabroché su falda y la fui sacando con delicadeza, una vez estuvo solamente en ropa interior, bueno una parte de ella, le di besos de pies a cabeza. Ella me quitó la camisa y me bajó el cierre de los pantalones. Metió su mano dentro y me acarició, ambos estábamos con deseos de tener sexo, sexo depravado, desmedido. Tiré todo lo que pude a un lado en mi escritorio y la eché sobre él... Tuvimos toda clase de sexo, oral, vaginal, anal. Esa mujer es un espectáculo, sus gemidos ahogados por mi mano me hacían perder la razón...

Luego de la manera más incómoda acabamos tirados en el suelo, descanzando. Mi secretaria tiene, en general, mucha similitud a mi mujer, buen cuerpo, cabello rubio, solamente que el de ella es ligeramente ondulado, y el de mi mujer lacio, pero en lo demás es muy hermosa, mi mujer y ella tienen los ojos color verde.

-Roxane, ha sido espectacular.

-Pensé que hoy iba a estar cansado, doctor. Como ha pasado todo el fin de semana con su mujer...-lo dijo incómoda, yo diría hasta celosa.

-Pues sí, pero hoy la verdad me causaste una sensación extraña, como si te hubiera visto por primera vez.

-Jaja, algo muy gracioso, doctor. Conoce hasta el rincón más escondido de mi cuerpo, como puede pasar tal cosa.

-Pues hoy me he levantado con la extraña sensación que no es mi vida la que estoy viviendo, sino como si estuviera simplemente condicionado a seguir lo que la memoria y la espontaneidad me mandan.

-Pues la verdad yo lo he sentido tan lujurioso como siempre.

-A eso es exactamente a lo que me refiero, lo que hice acariciándote la pierta fue un impulso, seguí ese impulso aún sin saber lo que pasaría - pero en mi cabeza recordaba la forma en la que me sonrió, lo que causó ese impulso.

-Como te digo es extraño que un lunes hagas esto, no sé realmente qué tienes en la cabeza, la mayoría de los hombres tienen una amante porque no están bien con su mujer.

-Tienes razón es muy extraño, tengo el recuerdo de que lo sentía raro pero dentro de lo que yo consideraba "normal" para mí, pero ahora que lo pienso es muy extraño.

-La verdad es que hoy te encuentro muy pensativo, me gusta eso, pero no es normal en una persona apasionada como tú, no te estarás volviendo loco, ¿verdad? - me miró atemorizada.

-No lo creo, pero si así fuera no lo notaría, ¿no crees?.

-Pues sí, quizás sea el trabajo, no cómo puedes trabajar tanto, descanzar, hacerme el amor, lo mismo a tu mujer y encima venir radiante a diario.

-Lo mismo pienso cuando veo todo lo que me resulta hacer lo que hago a diario.

-Bueno Carl, perdón, doctor. Tengo que irme a trabajar, no todos tenemos su mente prodigiosa.

-Adiós Roxane, consigue más lencería como esa, te ves hermosa - dije esto apretándole una de las nalgas.

-Ciao, doctor - me dijo sonriendo mientras salía por la puerta.

Roxane era mi amante, pero también mi amiga, y hasta donde recuerdo fue así como empezó todo, la afinidad, mi gusto por las mujeres de su tipo. Luego las sonrisas los momentos a solas. El resultado en general es que terminamos siendo amantes, y a diario mi oficina se convertía en el lugar en el cual terminábamos haciendo de todo. Fuera de todo esto Roxane es una mujer divertida, desinhibida, calmada, sincera, además inteligente, con la cual se puede conversar. Además ella vive enamorada de mí, me lo ha dicho muchas veces, lo cual la hace más fogosa a la hora de hacer el amor. Esto me hace recordar porqué no tengo auto, puedo demorar lo que quiera para volver a casa, o irme a un hotel con Roxane sin ser notado por el auto, fuera de que me gusta caminar. Pero sigo confundido, tantas emociones, tantos sentimientos. Sigo recordando estas cosas, vagando entre mis pensamientos sintiendo que no es mi vida la que estoy viviendo.

Acabaron las horas de trabajo de la mañana. Iniciaron las de la tarde, ahora sí me sentía cansado, tuve que leer los documentos recientes en mi ordenador para saber en qué estaba trabajando. Terminando las horas de la tarde salí, me acerqué al escritorio de Roxane, me incliné para darle un beso en el pecho, uno en la boca y un "hasta mañana".

Caminando mientras iba oscureciendo seguí preguntándome que iba a ser mañana por la mañana, si todos los días iban a ser iguales a este, con tanta confusión, tanta incertidumbre.

Llegando casi a la esquina cerca de mi casa me cruzé con unos hombres vestidos de negro. Me saludaron con mucho apuro.

-Buenas noches, ¿el señor Carl Nicola?

-Buenas noches, con el habla, qué desea de mí, ¿señor?

Lo siguiente que supe fue que el que me habló me hizo algo en el cuello, luego de lo cual todo fue oscuridad.

Desperté con la misma sensación de un lugar extraño. Estaba atado a una camilla. Delante de mí ya no estaban los hombres de negro, pero sí un hombre de barba blanca, aspecto de no muy anciano, pero sí de mucha inteligencia. Alrededor de la camilla en la que estaba acostado, totalmente desnudo, habían muchos aparatos que parecían demasiados modernos para la época.

-Carl Nicola. Mucho gusto, doctor.

-¿Quién es usted?

-Qué modales, Carl. Yo te enseñé a tratar mejor a la gente.

-Pues soy un hombre educado, señor. Pero la manera en la que me han...

-¿Decías? - dijo el científico con una sonrisa.

-Usted, usted, es ... ¿es mi padre?

-Pues Carl, por así decirlo, no soy realmente tu "padre", aunque tecnicamente sí.

-¿Qué quiere decir?

-Pues verás, no soy sentimental, como mis colegas, y los logros que hice contigo fueron muy grandes. A todo esto, soy tu creador.

-¿Cómo que mi creador?. Al parecer quien está loco no soy yo. Suélteme señor, por favor, tengo esposa y un hijo.

-Y al parecer también una amante muy hermosa.

-¿Cómo sabe eso?

-El experimento fue un exito - ya se habí dado la vuelta y estaba buscando algo entre los objetos alrededor de mí.

-¡Señor a qué se refiere! ¡¿Acaso me ha estado espiando?! ¡Suélteme!

-Silencio, Carl. Nadie te oye. El experimento ha terminado, por tal te voy a explicar todo, aunque no tiene sentido y soy una persona que trabaja con lógica voy a probar un poco más de ti con lo que te voy a decir. Eres un robot, un experimento, un ser netamente hecho por el hombre, mas no eres un hombre, ergo simulas uno, y muy bueno, debería decir. Yo te programé, desde tus inicios, ayudado obviamente por otros científicos que me ayudaron con tu interfase físicas, tuve mucha ayuda de sicólogos, médicos, eres un gran avance para la ciencia, Carl.

-Señor, usted está loco, por favor, suélteme. Le puedo dar lo que quiera...

-Carl, Carl. Lo que quería ya me lo diste, la satisfacción de ver que el trabajo de toda mi vida fue un éxito. Mira, todo un equipo ha trabajo alrededor de 20 años en tu desarrollo, eres un prodigio para la ciencia.

-Mire así eso fuera cierto, soy un ser vivo, pensante, tengo vida necesidades, familia. Tengo una razón por la cual vivir.

-Es cierto, es cierto, tienes una esposa y una amante con las cuales copulas como un animal. Un hijo que te tiene cariño y al cual tú le has tomado mucho cariño, pero todo eso también es simulado Carl, no te has movido de esta camilla desde que hicimos el primer armado de tu interfaz humana. Simplemente te has movido para hacer exámentes y pruebas de motricidad.

-Pruébemelo, señor, es algo realmente inconcebible.

-Espera un momento y voy a hacer lo que dices - dicho lo cual fue hasta un extremo de la habitación y trajo un espejo cerca de mí.

Acto seguido inclinó el espejo hacia mí y empezó a rebuscar entre mi cuello.

-Señor que va a hacer, por favor no me haga daño.

-Tranquilo Carl. Simplemente calla y observa.

Luego tiró de la piel de mi cuello, luego de lo cual empezé a gritar, y cuando me miré en el espejo noté que simplemente tenía delante mío metal y conectores que nunca antes había visto en mi vida. Ojos como humanos, y toda clase de aparatos sofisticados, con los cuales podía generar expresiones. Lo que ví me dejó callado en ese mismo instante. Era algo impresionante, increíble, horrible.

-Señor, ¿Qué me ha hecho?.

-Carl, tú siempre fuiste así, cálmate hubiera sido peor si te hubieras visto antes de implantarte la piel, no hace mucho que la tienes. Ciertamente te di todas las características de un hombre humano, mas no te di la capacidad de entender lo que realmente eras, la siguiente generación de robots tendrá que tener eso, o estaremos en serios problemas.

-Señor y mi esposa, mi hijo, Roxane...

-Todos productos de la memoria que te creé, increíble, ¿verdad?

-Ya veo, con razón tenía todo el tiempo esa sensación extraña, de que todo a mi alrededor era irreal, de que había algo más allá.

-Pues para ti, Carl, no existe "algo más allá", ciertamente...


-A pesar de lo que me dice, no dejo de preguntarme... ellos... ¿van a morir?

-Nunca estuvieron vivos.

-Pero, ¿no puede dejarme vivir?. Es como matar a una persona, yo tengo una vida, tengo familia, tengo hasta una mascota - de mis ojos querían salir lágrimas, y hasta pensé que caerían, pero noté que ciertamente no iban a caer jamás.

-Todo lo que tienes, Carl, son emociones, sentimientos, recuerdos, cosas que yo mismo te implanté para que parezcas más humano, y la simulación salió a la perfección.

- Cómo es que puedo tener detalles en la cabeza como mis gustos carnales, mis gustos para los alimentos y hasta para mis necesidades de excreción. No entiendo, cómo es que hacen esto, para qué.

-Pues para lograr reemplazar muchos huecos que los humanos dejamos, niños huérfanos, lugares donde se necesite ayuda humana, incluso un robot tiene un físico mejor que el humano. En mi caso particular fue el trabajo de mi vida así que la vanidad también me mueve.

-No deberían hacer esto.

-Y porqué no. ¿Qué podría salir mal? Fue un gusto haber conversado contigo Carl, eres mi orgullo. El experimento llegó a su final, ahora te vamos a desconectar.

-¡Nooo! No, por favor, no lo haga! Entienda, por favor, mi hijo, mi mujer, esto es una locura...

-Exactamente, sería una locura dejarte seguir simulando, eres solamente un robot, Carl, por favor, además una vez desconectado todo terminará.

Dicho eso me conectó a una computadora, por un agujero detrás de mi oído. En una pantalla se veían un montón de códigos fuera de mi entendimiento. Luego con un pulsado de botón final sentí como mi vista se iba debilitando y poco a poco iba perdiendo la razón.

-¡Nooooo! ¡No me hagan estoooooo! ¡No!...

-Silencio Carl, ya va a terminar todo, jaja, fue muy buena tu programación.

-No...

Desde ese momento todo fue oscuridad y aquello que pudo sentir luego, nadie lo sabrá y si queda algo de lo que nosotros llamamos "alma" en él, pues solamente se puede adivinar, ya que si él emite los gritos ahogados de un "alma" sin cuerpo, nadie lo oirá.



lunes, 9 de marzo de 2009

Una sorpresa agradable

[Premio1.jpg]


Estimado(s) lector(es) generalmente no suelo escribir de un modo tan abierto para quien me lee, sin embargo me es grato mencionar que hace unos momentos un escritor del cual tengo una muy buena opinión me acaba de obsequiar el anillito arriba presente, algo que me hace sentir orgulloso. No extiendo más mis palabras. Entendiendo las reglas del regalo las menciono a continuación.



Las reglas son:

-Exhibir la imagen del sello.

-Elegir 5 personajes famosos de la vida real con los que te gustaría cenar y decir por qué.

-Poner el enlace de la persona que te lo ha regalado.

-Elegir 10 personas para pasárselo.

-Escribirles un mensaje en su blog para que se enteren de su premio.


Les explico también que al igual que sangreybesos no soy de los que tienen mucho tiempo para seguir otros blogs por mis estudios, por lo cual mencionaré a los escritores que considero son de mi agrado, porque he leido algunos de sus artículos.

-Luciérnagas diurnas.
-Un beso de las buenas noches de mil demonios.
-Zinquirilla
-¿Quién lo entiende?

Para ser sinceros aunque sé que tres de los cuatro que puse han ganado premios espero que sigan escribiendo como lo hacen.

Dentro de los personajes con los que me gustaría cenar están:

-Adam Sandler, por sus actuaciones que me parecen por demás excelentes.
-Neftalí Reyes, por su manera de expresar la poesía en cada cosa que existía.
-Anthony Hopkins, también por su manera de interpretar a un asesino tan elegante.
-J.K. Rowling, también por su literatura.
-Bill Gates, para conocer de su propia boca la manera en la que fundó su imperio tecnológico.

Gracias por el detalle si gustan de lo que escribo. Hasta otra ocasión.

Sólo pido verte una vez más...


Volvía a caminar junto a ti luego de años de tu partida. Volví a mirar tus ojos, esta vez tristes, sin embargo de nuevo no cabía en mi de gozo por volver a verlos una vez más.

Los años han pasado, los objetos que antes eran sentidos dadores de dicha hoy no son más que una lastimosa mentira. Veo con un fulgor en los ojos que ya no estás presente y todo el mundo, más lo que tiene dentro, se me viene encima.

Hace 9 años que no te veía, que no podía adivinar las intenciones de tu corazón. El tiempo sin ti pasa lentamente, como si por un gotero dejaran caer mi tiempo, cuando en realidad debería llover a cántaros.

Desde que te fuiste las cosas ya no son las mismas. Nuestra hija te extraña mucho y es una verdadera lástima que no nos esté acompañando para que vuelva a ver a su madre después de tantos años en su ausencia. Si te viera en este instante pensaría que eres producto de su imaginación; y para tal propósito tu mirada pareciera irreal, como si en ese momento todo el ambiente por el que caminamos brotara con vida nueva con cada paso que das sobre el mismo.
Te ves exactamente igual que cuando nos abandonaste, el tiempo siguió pasando, lenta y dolorosamente, pero avanzó, ya ves mi ropa planchada de manera diferente a la que tú lo hacías, no con el mismo detalle, con la misma forma perfecta, pero sí con el mismo empeño y cariño. Mis ojos están cansados de tanto llorar por tu ausencia. Nuestra pequeña es quien nos atiende a ambos, a base de insistencia y quemaduras logró este avance con mi ropa. Verdaderamente mis ojos se inundan cada vez que veo a nuestra niña parada sobre una silla, con el ceño fruncido, la mirada cautelosa, pero la mano firme, lo que diera yo para que sus pequeñas manitas aún no se lavaran ni atendieran solas; lo que daría para tú la vieras a ella, aunque por eso tuvieras que abandonarme de nuevo y estar con ella.

Pero he de admitir que fue algo muy sensato del destino el no dejar que ella se vaya contigo, pues ahora la soledad me hubiera devorado entero y hoy solo verías la sombra de la tristeza en carne y hueso, pues ni la tristeza suena tan triste ahora que te vuelvo a ver y sé que no estarás más a nuestro lado. Me agrada contarte sobre nuestra hija, me dan ganas de llorar de solo pensar que ella debe estar durmiendo en este momento, sin saber que estoy una vez más con la mujer más hermosa del mundo. Le sigo haciendo ese peinado que tanto nos gustaba, las dos colitas a los lados de su cabezita, cada vez se parece más a ti y al igual que yo piensa que las fotos que tenemos tuyas son las cosas más hermosas que tenemos, es nuestro tesoro personal. Disculpa que haya dejado de ser el hombre que conociste y que llore tanto, pero es que nos sentimos tan solos, mi hija sabe que te extraño demasiado, y te extraña también, desde pequeña, desde bebé, cuando te fuiste borraste de mi corazón cualquier rastro de felicidad, y como me despojaste de eso se lo arrebataste también a ella. Extrañamos ser felices pues ella siente lo que yo y ya no sabemos como lidiar con este sentimiento, cuando vivíamos juntos ella disfrutaba de tu cariño al igual que yo, ahora solamente tenemos migajas guardadas y esparcidas por toda la casa donde encontramos el amor mutuo. Es algo tan triste ver a una criatura con esa soledad, pero a pesar de eso increíblemente tiene tu brillo en sus ojos, lo cual también me hace llorar, y lloro mucho, sabes. A ella le gustan las cosas que le hiciste cuando bebé, le gustan tus detalles y las cosas que le cuento hiciste por ella en ese entonces, se alegra de escuchar todo lo que tengo que decir de ti, con lo que me gusta hablar de ti. Le gusta probarse tu ropa, la que quedó aquí, y aunque le queda grande se ve preciosa con ella, cada vez pienso que si no fuera por ella...

Caminamos por una calle extraña, no recuerdo haber visto antes estos lares tan tristes. Tu respiración ilumina la calle, eso me reconforta, por ello quizá no había notado hacia dónde íbamos. Pero no puedo dejar de mirarte, por tanto no puedo asegurar nada. Me encantaría abrazarte... ¿Cómo que no puedo? ¿Porqué me niegas ese derecho?... Piensas tú que voy a sufrir una decepción, aunque no sé porqué dices eso... Tienes razón, no creas que me voy a molestar, nada me molestaría ni alejaría de ti en este momento...


¡Qué triste! Estabas en lo cierto, no puedo tocarte. Dime porqué nos pasó esto, qué hicimos para que te vayas. ¡Las cosas eran tan felices contigo a nuestro lado!... Discúlpame pero esta es una de las cosas en la que no puedo complacerte, no puedo dejar de llorar, es algo tan natural ahora para mí como lo era el sonreír cuando estabas a mi lado. Te extrañamos, amor mío; nada tiene sentido si no vuelves...

Hasta juraría que es la misma ropa con la que te vi partir. Cómo te va donde estás ahora. Oh, es lindo, que alegría por ti...

Sé que tenemos poco tiempo, nunca el tiempo fue tan corto para mí, el saber que tengo que volver luego a mi realidad me tiene profundamente consternado. Y si no articulo palabra es porque cada cosa que sale de mi boca solo genera desdicha. El amor que siento por nuestra hija es tan grande, tan intenso, pero tan triste, que ella no se explica como podemos sobrevivir tanto tiempo. Es muy inteligente y madura, sin embargo tiene tu inocencia para decir las cosas, y tiene una reminiscencia de mi antiguo caracter, al inicio reía por todo, y yo le fui quitando el derecho a conocer un padre feliz... No llores, ¡por favor, no llores! Nunca necesité tanto de ti como en este momento para ser fuerte...

Cálmate y dime, cómo te tratan, ¿es amable ese Señor? Esperemos que así sea, porque no soportaría encima de todo que no estés tranquila donde estás...

Noche y día te extrañamos, no nos olvides, recuerda que tu hija se parece mucho a ti, que esperamos volver a verte un día los dos juntos, para estar unidos otra vez los tres. Cada día que pasa es una eternidad sin ti. Estás hermosa y ella es igual a ti, esperamos simplemente a que nos llegue el día como a ti y nos lleves contigo...

Adiós amor, solo estamos esperando el momento para volver a estar contigo. Te ves hermosa como siempre...

Desde que te fuiste nada es igual, desde que nos dejaste todo significa tristeza, desde que has muerto todo es agonía en mi vida...

-Papá, papito lindo, ¿porqué lloras esta vez?
-Soñé con tu madre, mi reina.
-Yo también papito, yo también.
-Qué dicha mi vida, ahora ves lo hermosa mujer que vas a hacer.
-Sí papito, dijo que iba a visitarnos todas las noches.
-Espero que se quede pasa siempre...

lunes, 1 de diciembre de 2008

Mors




Pues he de deciros que me encuentro exhausto, con mi espada gastada...


Los años que pasamos juntos, se han hecho humo y se desvanecieron como las pomadas que solía aplicarme a las magulladuras y cortes luego de una batalla. Nuestros días de acción terminaron, y mientras observo el falaz cielo que me indica una mañana hermosa, veo con ojos acuosos el camino al que tan pocas veces en tantos años hube de recorrer para el camino de vuelta, a lo que vosotros llamaríais "mi hogar".


Mirar el pasto y sentir el pesado granizo cayendo sobre mis hombros ya no es lo mismo. La ternura con la que limpiaba a mi fiel compañera, sentir su cortada en el aire, en la carne...
Entonces entre uno y otro recuerdo me encuentro, para mayores referencias, solo y triste en la casa de mi infancia, en la cual sólo habré llegado a dormir contadas ocasiones, aún pudiéndose contar con los dedos, antes de llegar a pasar a mi retiro, en la cual me encuentro y aún me cuesta excesivo trabajo asimilar.


Las grietas de las pareces me dan a entender que no solamente yo he envejecido con tanto trajinar día tras día, año tras año, y las cosas que aún en época antigua no soportaba, me resultan totalmente desagradables el día de hoy: la puerta de madera vieja que rechina, aún cuando nadie la ha tocado, su crujir por las noches, las sillas a medio romper que todavía sostiene a sus ocupantes con temple, la cocina anega de cucarachas a las cuales no me atrevo a espantar, por si algún día me falta para comer...


Bueno y podría pasarme todo el día escribiendo para vosotros en este cuaderno para apuntes acerca de lo mucho que odio este lugar; sin embargo, lo que me condiciona de limitarme a escribir otras cosas me condiciona, irónicamente, también a escribir todo lo que en este momento estoy pensando, por tal, debo seguiros ilustrando con mi relato de modo que pueda servir a un propósito misterioso el cual todavía no descubro.


Las paredes de barro, el suelo de tierra, el poyo de piedra sobre el cual aún descanza mi capa, todo, absolutamente todo me provoca una sensación de nostalgia, muy distinta a la que vosotros traerían a vuestras mentes en un instante de recuerdo alegre y triste a la vez, no, es una nostalgia que provoca hastío en mis entrañas, una nostalgia que me llama a regresar a un lugar al cual nunca tendré acceso, el cual me es imposible de encontrar, el podría yo y vosotros emprender la empresa de encontrar y llegar hasta la muerte por tal, sin embargo nunca jamas veríais, y por no deciros más, no existe. La sensación plena de inseguridad, de incertidumbre, por la cual me encuentro solo, abandonado, la impresión de que todo a vuestro alrededor no os pertenece, y que aún vuestro propio cuerpo y vuestra alma, no es vuestra, las ganas de volver a ese lugar deseado, llamado "hogar", es algo que a través de los años entendí, nací sin un sentido de pertenencia, sin ese arraigamiento que cada ser humano tiene al nacer. Esta tristeza infinita que siento, de orfandad, de soledad...


Tal es mi sensación al encontrarme aquí... Y pues, para daros más referencias acerca de mi origen les diré que mi madre, a la cual no conocí, se echo a correr luego de haber nacido yo; mi padre murió cuando el esposo de una mujer lo mató, al encontrarlo en la cama con su esposa. Es de esta manera como vosotros, pretendo, comprenderéis el porqué de esta soledad infinita tan arraigada a mi ser. Me crié en una simple casa de huéspedes del pueblo donde nací, en el cuál, desde que tengo recuerdo, era golpeado hasta no poder cargar algo con las manos, ni mi cuerpo con mis pies, la dueña del lugar, lejos de ser mi madre, era mi verduga diaria, de manera que solamente pude crecer con odio, sin embargo una vez que logré usar la razón, obtuve un entendimiento sobre su comportamiento, tal hizo que creciera este sentimiento de soledad en mi interior, tal hizo que no solamente naciera triste, sino que esa marca quedara grabada en mi memoria para siempre...


Lo que vosotros mentais como "amor" fue muriendo dentro de mi corazón con gemidos apagados, llamas tristes que dejaron de titilar en el momento en que fui dándome cuenta de mi verdadera naturaleza...


***


Las cosas iniciaron una tarde, pues no he de deciros que inició "una cálida mañana" o incluso "una escalofriante noche", siendo sincero, no lo recuerdo. Las sucesos de aquella noche dejaron gravada para siempre en mí el instinto asesino que marcara mis días hasta la fecha.


Aquel día conocí en un bar, el cual no podré especificaros, a un tipo de aquella que aún el mismo Jesús tomaría por insalvable. Un cuerpo cuya alma pesaba tanto, o pesaba tan poco, que él mismo daba por sentado que solamente le era un estorbo. Llevaba un sombrero extraño rematado por una pluma. Una almilla, que apenas si cubría sus carnes, y sobre sus anchos hombros, una capa que por mucho era excelentsísima: color negro, con unos broches de oro rematados en zafiros, ligera y elegante, la cual ahora llevo puesta. Unos pantalones simples los cuales sostenían un cinturón de cuero teñido de negro con una hebilla sumamente gruesa, por lo demás sencillo. Unas botas color inexistente, muchas cicatrices en el brazo. Sin embargo su rostro era límpido, cabello negro medianamente crecido; lo más extraño era la expresión de su rostro, como si cosa alguna le importara tanto como sus botas, sus ojos carecían de todo brillo, lo cual me hizo pensar, por primera vez, en la muerte. Pero aún más que sus ropas, o su aspecto, me interesó sobremanera su espada, una espada tan magnífica, que aún ahora que la veo entre mis manos me sorprende por su singularidad. En sus manos había adquirido una similitud a un arma mera y vulgarmente asesina, totalmente salpicada de sangre y sin ningún tipo de cuidado, por lo demás de no haber estado en un estado de sorpresa total, no habría notado el ligero fulgor plateado que manaba como la misma sangre de una herida, muy cerca del mango, en uno de los filos, pues sería mentira deciros que era el filo derecho, el cual aún recuerdo porque el sólo hecho de observar tal espectáculo de matanza y belleza, de un matiz estético excepcional... Pues bueno, he de seguiros contando mi historia, puse para tal estoy sentado aún a la vera del camino que conduce a la entrada de esta pocilga:


Todo sucedió muy rápido, a pesar de la primera impresión que me causara el encuentro con este imponente personaje, más pudo mi necesidad de alimento que mi cautela, por tal intenté robarle lo que tenía sobre la mesa; lo primero que sentí fue un fuerte olor a tierra en algún lugar de mi cabeza, lo siguiente un fuerte dolor en el brazo y luego todo era color negro.

Cuando desperté boca abajo mi primera impresión era que estaba soñando y a razón de ello no sentía parte alguna de mi cuerpo, como si hubiera sido desprendido cada miembro del mismo. Lo siguiente sobrevino tan repentinamente como la primera sensación que sintiera, un dolor en el cuerpo tan intenso, tan insoportable, que hubiera preferido sentir, o mejor dicho no sentir, lo que me hacía creer que carecía de un cuerpo palpable. Al parecer debo haber sido vapuleado a tal extremo que mis carnes veíanse de un color negruzco. Hasta esa etapa de mi vida no había visto a un muerto, ni siquiera a un moribundo, sin embargo alguna cosa que palpitaba constantemente como un martillo en mi cabeza me hacía pensar que de haberme visto en un espejo habría de ver a un cuerpo muy similar al de uno de ellos.

Hasta donde pude ver me encontraba en una choza, tendido sobre una ramada de palos cubiertas con hojas secas, unas largas hojas secas, y lo pude notar, pues mientras respiraba con dificultad sentía que se iban deshaciendo los extremos de las que soportaban mi cara manchada de sangre.

No levanté la cabeza por dos motivos: el primero era que no quería ver el estado total en el que se encontraba mi cuerpo y el segundo era que así hubiera querido no lo habría podido hacer, para qué he de mentiros, el dolor era fatal.

Calculo que habrían pasado unas buenas decenas de minutos, una vez hubo dado con la realidad de la situación me encontré levantado por unas manos callosas, de las cuales eran dueñas unos brazos extremedamente fuertes, los cuales luego de alzarme en vilo me lanzaron algo lejos de sus pies, donde caí maltrecho y mientras mi dolor se acrecentaba yo yacía en el suelo inmóvil esperando el siguiente ataque, y para mi sorpresa tal no llegó, por el contrario sentí los mismos brazos levantándome y colocándome, no muy meticulosamente, sobre el suelo, solo que esta vez sentado.

Lo mire largo rato, y mientras el conocimiento iba recuperándose dentro de mi cabeza noté que el hombre al que dirigía la mirada era el mismo al cual había tratado de robarle la merienda. Mientras lo miraba me devolvía la mirada, tras un largo tiempo, sin notar cuánto, me habló, con una voz que hizo que se me helaran los huesos, y por lo que he descrito a vosotros, no era yo una persona a la cual se podría amedentrar facilmente. Pero aquella voz gutural me dejó pasmado.

-Un acto merece otro de igual calibre. Vos intentasteis hurtarme el alimento, pues yo intenté alimentarme de vos. Aunque ciertamente he de decir, engendro, que no he encontrado en mi vida presa más difícil que vos, mi espada os ha cortado, pero al parecer no como debería, mis manos lograrón romper vuestra cabeza; he esperado cinco días y lejos de mostrar síntomas de estar muriendo muestras mejoría.

-¿Quién diablos sois vos?-dije.

-Veo muchacho que al parecer os hace falta aprender modales, ello os ayudaría a conseguir alimento sin que os dejen hecho una ruina.

-Mirad, si vos hubieras sido tratado como me trataron a mí, las cosas ahora os pintarían de otro color...

-Escuchad esto mozo insolente, si en vuestra miserable e insignificante vida encontraréis criatura más triste que lo que yo fui, y espero que esto os enseñe a no volver a gastar mi paciencia, os regalaría absolutamente todas mis pertenencias, salvo obviamente mi adorada Mors - dicho lo cual sentí un pellizcón en el abdomen.

-¿Quién es ese Mors que mencionasteis? Será acaso vuestro perro.

-Jajaja, muchacho idiota me has hecho reír, proeza que no lograba hacía tiempo. Sin embargo no, no es un perro como vos pensais...

-Entonces...

-Bueno muchacho pues es mi espada, que más pensabais vos que, dentro de mis visibles pertenencias, merece un nombre.

-Oh, pues sí, lo noté antes que vos que me hicierais añicos la carne entera.

-Sí, me parece que vale la pena contartos la historia de cómo la hallé. Hace unos años andaba yo...

Pero aquella historia que me estuviera contando no logré terminarla de escuchar nunca; fuera se había oído un ruido como de cascos. El portador de la espada salió apresuradamente y para cuando hubo vuelto, que fueron sólo escasos minutos, volvía con un hombre de mediana edad cortado por todos lados, cómo lo estuviera yo, y al parecer ya sin sangre en las venas, pues parecía haberse derramado toda afuera.

-Son finales como estos los que os espera a los ladrones como tú y este infame.

-¿Qué fue lo que pasó, señor?

-Pues que este personaje, como muchos otros antes, ha tratado de hurtarme la espada.

-Al parecer es una espada de mucho valor, ha de costar una fortuna- pensé anhelante.

-No podríais ser más estúpido, niño, el valor de esta espada no podría ser equiparada por dinero alguno.

-Entonces, señor, a qué se debe que os ataquen tanto por vuestra espada.

-A que sus cortaduras no sanan, muchacho, produce heridas de tal calibre que ninguna medicina, al menos no conocida, puede curar.


-No entiendo señor, tal afirmación podría darme entender que soy un difunto ya, sin embargo aún respiro y siento hambre, dolor, y bueno todas aquellas cosas que nos hacen sentirnos vivos.

-Buena manera de expresar la vida muchacho, dolor. Bueno la pregunta que me haceis es exactamente la misma que en este preciso momento taladra mi cabeza. No llego a entender el porqué de esa reacción en vuestro cuerpo.

-Señor...

-Decidme muchacho.

-¿Qué pensais vos hacer conmigo?

-Otra buena pregunta que haces muchacho. Lo cierto es que pensaba entrenaros, si vos estáis de acuerdo con ello. Ciertamente me parece que algún día, quizás, llegaréis a ser mi heredero.

-Me parecería ingrato no aceptar vuestra oferta, señor, puesto que no me ha matado...-dije, haciendo una inclinación con mi cabeza, con lo que logré sentir unos mareos indescriptibles a causa del dolor- Y recalcando que ciertamente todo me da igual. Me someto a vuestra disposición.

-Me parece excelente. Debo aclararos, sin embargo, que traté de matartos, pero que no pude, solamente logré romperos la cabeza y hacer heridas que no fueron, al parecer, mortales para vos. Ahora prefiero que descanzes puesto que mañana veremos de empezar a intruiros. Ladronzuelo.-Dicho tal me volvió a hacer un pellizco en el abdomen.

Vosotros creeríais que un castigo tal sería el indicado para un niño como yo, pues os equivocaríais puesto que mi cuerpo magullado y cortado sentía martirio en el más leve roce, además estaba el hecho de la fuerza que poseía este individuo. Para fines mayores dejóme dormir por horas y horas, lo lamentable era que vosotros descanzaríais mejor si os hubieran alimentado como es debido, y lo más sabroso que me trajo este tipejo fue un poco de pan y un vaso de vino, y este alimento en 3 semanas, sólo para merendar.

Lo que hiciera con el ladrón que irrumpiera en nuestra conversación no lo supe jamás, ni me atreví a consultárselo.

Sin entender las razones por las cuales se cumplió lo que me dijera mi nuevo verdugo acerca de mi recuperación, pues me iba recuperando con una rapidez asombrosa, me iba sanando. Y a pesar de mi lastimera situación logré ponerme en pie a la semana de haber pasado mi charla con este misterioso hombre, mi verdugo. Y os lo menciono porque desde que me vió en pie no ha parado de martirizarme con la extraña idea de enseñarme las artes de la muerte.

Lo primero que hizo una vez vióme en pie fue examinarme de pies a cabeza, y llegó a la conclusión de que tenía condición de atleta y por tal me hacía hacer ejercicios hasta quedar exhausto o hasta que la cabeza herida no me dejaba continuar, pues , según él, las lastimaduras en la cabeza eran de cuidado.

En los siguientes días terminaría de sanar mi roto cráneo, luego de lo cual me dijo que estaba listo para cazar mi propio alimento, para tal me obsequió una daga que cargaba consigo para todos lados, lo mismo que la magnífica espada, solamente que este miserable objeto vulgar no tenía el mismo brillo de muerte que la espada que tanto admiraba.

Para daros mayores detalles a parte del ejercicio excesivo me enseñó por horas y más horas a pelear con la daga, luego de lo cual me instó a matar venados que habían por la zona. Al inicio no me gusta demasiado, y bueno me parece que a vosotros no os gustaría estar bañados en sangre, mucho menos si su presa se empeña en defender su vida.

Una vez hube alcanzado técnica en matar animales, con lo cual disfrutaba mucho para entonces, me enseñó a usar la espada; debo dejar claro que jamás hasta esos días hube tocado una, además que la suya no la tocaba ni con el aliento. De otro ladrón que llegara unos días antes tomó "prestada" la espada con la que aprendí a pelear.

El primer impacto acerca de lo que era la muertae que tuve y que realmente me hiciera sentir extraño, fue cuando frente a mis ojos mató al triste idiota que intentara, inútilmente, robarle. Con una ligereza imcomparable eludió un ataque dado por su espalda, actuó de manera rápida tomando por refugio el duro suelo de tierra, luego de lo cual su ataquente perdió el equilibrio por la fuerza con la que atacó. Mi entrenador se levantó con la misma rapidez con la que se había tirado al suelo, cosa poco elegante, pero efectiva. Estando en pie con el dorso de la mano izquierda propinó un golpe en la nariz, y se produjo un gran fluído de sangre, lo cual me agradó mucho. Hecho esto el ladrón quedó a su merced, con la espada en el suelo y la cara llena de sangre simplemente se limitó a correr lo más lejos posible, pues con mi daga, que en ese momento portaba él en las manos, hizo un lanzamiento hacia su muslo derecho. Cuando el ladrón quedó tendido en el suelo sacó su espada, una vez más logré ver el brillo de la hoja de su espada, e incluso os hubiera jurado que el mismo brillo se repitió en mis ojos.

Con la espada en alto por un instante se repitió el mismo proceso de martirio que me enseñó para matar a mis presas, le cortó ambas orejas, luego cercenó sus manos, luego pasó meticulosamente la punta de la hoja por su cuello indefenso, puesto que había aprovechado que el infeliz se estaba cubriendo la cara con las manos para cortarselas, y una vez sin éstas el acceso total a mutilar su cuerpo era inevitable. Rasgó con precisión el cuello dejando una fina línea escarlata a la mitad de su cuello.

Prosiguó haciedo cortes profundos en la parte delantera de sus muslos, al parecer él tanto como yo, disfrutaba viendo patalear, gritar y finalmente gemir al desdichado. Una vez su cuerpo no tuvo parecido alguno al que lo atacara, le cortó la lengua con muchísima menos delicadeza de la que lo hizo cuando rasgó la piel de su pescuezo, lo hizo de tal manera que terminó por abrir los lados de los labios de modo que se podría decir que su sonrisa le podría durar mucho tiempo, dejo el corte a cada lado a la altura de los pómulos, y la lengua, ya para terminar con la descripción de su última delicadeza, la cortó por ambos lados de manera desigual, de forma que solamente tenía unido el trozo cortado con una delgada tela de carne, que fue lo último que logré ver antes que la sangre siguiera manando.

Para terminar pasó la espada por su cuello y la introdujo hasta la mitad. Luego de esto lo dejó desangrarse en el suelo y tomó su espada la cual me dijo era un "regalito" de nuestro amigo.

-Toma muchacho, usad esto en ocasiones venideras, os servirá para luchar.

-Vaya señor, eso fue asombroso.

-Me deleita saber que disfrutais como yo de estos festines. Pero déjadme deciros que vos hubeiras cargado con el mismo destino. Os hice exactamente lo mismo que a este individuo, a excepción de cortar vuestra lengua.

-¿Entonces qué fue lo que me pasó?-pregunté desconcertado.

-Eso es muchacho exactamente lo que no me explico. Vuestras heridas fueron igual de profundas que las que vos acabas de ver que hice. Solamente que noté que no sangrabas mucho, y luego noté que vos ya no sangrabas nada, por eso no terminé cortándo vuestro cuello. Por eso decidí traeros y ver qué deparaba vuestro destino conmigo. Ahora he decidido que vos serás mi heredero. No tengo riquezas que ofrecer, pero puedo dar mis experiencias y enseñanzas, las cosas materiales que posea serán vuestras luego de mi muerte.

-Gracias por vuestra generosidad, señor.

-Callaos la boca y ahora a seguir entrenando que el tiempo no está para desperdiciarlo - soltó derrepente.

Entiendo que quizá para vosotros este proceder ha de ser una barbaridad inhumana, y hubo un momento en que lo pensé, tal momento fue exactamente antes de deleitarme con tanta sangre y llanto. Perdonadme por contaros esta monstruosa escena con tal placer, pero no puedo evitar sentirme complacido al recordarlo, es más si mi escritura diera a notar mi actual sonrisa vosotros la veríais.


Pasaron muchos meses, y mientras más miraba la espada más me atraía el lujurioso deseo de tenerla como mía. Entrené arduamente y esperé mucho, hasta que un día me decidí a retarlo a duelo:

-Señor, quiero pelear con vos por la espada, por Mors.

-Basura insolente. No os he prometido acaso que todas mis pertenecias serán vuestras luego de mi muerte.

En ese mismo momento, mientras yo sostenía mi espada en alto, llegó otro ladrón sólo que este tenía la cara tan cortada que no se lograba distinguir con claridad su rostro.

Atacó frontalmente y en ese momento se desató una batalla feroz. Yo miraba y miraba con ansias de ver un momento de debilidad de alguno de los dos. Luego de unos minutos lo encontré. Ambos estaban forcejeando metal con metal; en ese momento bajé mi espada hacia el brazo del dueño de Mors. Con la mano izquierda, que era la que no sostenía la espada, trató de frenar mi ataque, con lo que consiguió hacerse un corte profundo en la palma. Aprovechar ese instante de debilidad que tiene la carne mermada fue algo en esencia sencillo. Su actual adversario vio la misma oportunidad que yo. Entre ambos redujimos las posibilidades de vida a cero. Luego de hacerle la herida en la mano izquierda y que hubiera forcejeado un par de segundos con su enemigo, aproveché otra luz de debilidad en su posición, haciéndole un profundo corte en el brazo derecho, ya sin muchas fuerzas para seguir luchando su destino estaba hecho. Con un empeñón recio logró tenderlo boca arriba en el suelo al instante que trataba de clavar el filo de la espada en su abdomen. Mi maestro lo esquivó con agilidad rodando, con lo que se otorgó un par de minutos más de vida. Logrose levantar el cuerpo herido. Me miró por una fracción de segundo, con lo que entendió, como vosotros ahora también lo entenderéis, que las ansias que me causaba ser el amo y señor de la espada me habían poseído con lo que una sombra de muerte reinaba en mis ojos ya de por sí opacos.Ninguno de los dos se lo esperaba, pero viéndome en un dilema al saber que su adversario quedaría con vida, opté por hacerle un daño menor. Le clavé mi horrible daga en el lado del muslo. Ellos seguían luchando, al parecer, indolentes sobre el destino que les esperaba con una ayuda como la mía en su batalla. Luego otro corte resonó en el aire, esta vez le había hecho una herida de forma horizontal a lo ancho de su abdomen, con lo que mi maestro y su atacante cotaban ahora, ambos, con dos heridas leves que lo único que hacía era agotarlos y acercarlos poco a poco hacia su muerte.Cuando ya ambos estaban exhaustos me miraron y vi el odio reflejado en los ojos de ambos. Vi en los ojos del atacante un brillo de codicia solo comparable con la mirada de odio que me prodigaba mi tutor. Al verme a los ojos acometió con una fuerza sobrenatural, acto, tal cual era, me hizo retroceder con precaución. Mientras que su atacante aprovechaba y le clavaba la espada por la espalda a la altura del ombligo. Mi mentor se había confiado en la cruel idea de asesinarme primero en compañía de su atacante, visto lo cual el susodicho pensó en matarlo para dejarme a mí, la presa fácil, a su merced. Fue el último error del antiguo dueño de Mors.Luego de esto, no tuve que pensarlo dos veces, con una destreza que no me conocía corrí hacia el traidor y mientras este me atacaba con su espada, la lanzé de lado con la mía, solté la mano derecha y saqué la daga, que había guardado en el cinto, y le corté el cuello con placer, viendo como corría la sangre por el filo de tal vulgar arma.Una vez hube terminado con el atacante me levanté para dar un respiro. Grande fue mi sorpresa al ver al que yo creía muerto, de pie, con Mors levantada en alto y corriendo hacia mi con furia, aún con la espada clavada a la altura de su ombligo, agitandose en su apuro, como un cordón umbilical de muerte. Otra vez mi mente funcionó en milésimas de segundo. Corrí a su encuentro, pero en el camino, mientras el bajaba la espada para cortarme, hize un quiebre a un lado, con lo que le hice perder el equilibrio, debilidad que capté para mi provecho. Pateé su pierna a la altura de la rodilla, con lo que calló arrodillado, pateé otra vez, en esta ocasión la empuñadura de la espada que tenía atravezada, con lo que le hize perder el sentido por el dolor. En ese momento glorioso levanté mi propia arma y corté con una sonrisa demente su cabeza a la altura de su cuello. Lo maté limpiamente y sin remordimientos, y aún ahora la emoción que sentí al saber que estaba cercenando la vida del anterior dueño de la que ahora es mi espada, me hace sonreía con esa demencia rara que tantas veces me ha acompañado.Luego de tanta lucha los corté artísticamente para luego cavar un agujero pequeño en la tierra e ir hincando, hincando con la espada hasta que los trozos llenaran tal agujero con sangre y trozos de carne aún viva, pero ya sin sensación alguna.Dejé lo mejor para el final: tomé en ese momento entre mis manos a Mors. Un aire frío me recorrió el cuerpo y sentí el resplandor de muerte con la mano con la que lo cogí, que para ese preciso momento, hubiera jurado era una garra. No os daré mayores detalles, para mí íntimos, sobre la forma en la que expresé mi adoración por esa arma tan perfecta, tan apta para matar.


En ese momento me liberé de tantas horas de zafiedad, de maltrato, del hambre que aún cazando "mi propio alimento" no podía acallar. Las horas que pasaba recibiento golpes e instrucción a la vez. Ahora estaba listo, preparado para matar; seguiría entrenando por mi cuenta. Siendo un niño me adueñe de su casa y demás pertenencias. Dentro de las cuales se contaba su excelente capa, que ahora descanza sobre el poyo que tengo en esta casa, la casa de mi maestro asesinado.
Queriendo daros mayores detalles, me quedé en la casa esta, solo un par de días, detesto completamente sentirme ligado a un lugar en particular, y esta pocilga inmunda solamente me causa desazón en el alma, si es que aún tengo o he tenido alma. Por tal me alejé al instante del lugar que en tan poco tiempo me resultó insufrible. Pues en la casa vivía mi tutor, mientras que yo vivía en una choza a escasos metros de ella.


Bueno, partí y en mi camino asesiné a otros muchos más, siempre con el mismo proceso de mi maestro, cercenando cuanto pudiera, hasta la lengua, y cuando no tenía alimento a la mano, esa carne me satisfacía, alimentando mi sed de sangre.


Me hize una fama solamente comparable con el antiguo dueño de mi espada. Todo cuanto veía la capa y la espada que poseo corrían como alma que lleva el Diablo. Igualmente recibía ataques con la finalidad de hurtarme lo que me gané a base de traición y sangre. Para suerte mía no encontré un niño como el que había sido yo. Para la época que os describo, ya habían pasado años y yo tenía corpulencia y el aspecto de un joven, por lo que tenía, por añadidura, una destreza mayor con Mors.


***


En uno de mis tantos viajes pasé por una ciudad extraña, en donde se comentaba que ningún forastero salía con vida, cosa que alimentaba excesivamente mi insana curiosidad. Para este viajo, como para tantos otros, tuve que volver al hogar odiado para descanzar un par de días, antes de reemprender rumbo.


Solamente entrando recibí ataques, aún cuando veían portador de qué arma era yo. Ya llegando al centro de la ciudad ingresé a un lugar para merendar. Dentro un anciano limpiaba con un trapo sucio una cuchara de madera. Me senté en una silla, puse los pies en el mostrador y levanté con una mano a Mors apuntando a su garganta.


-Tened mucho cuidado -me dijo-, pues en este lugar cosa alguna tiene premio significativo por mucho que vosotros los seres mundanos le den un valor excelso, por mucho mal o bien que prodiguen, siempre seréis castigados.


En ese momento en un parpadeo ya no estaba, por instinto giré mi espada hacia atrás con lo que conseguí herirlo, pero no de gravedad, solamente un rasguño en el brazo.


-Cuidado forastero, las cosas no se os tornan fáciles en este lugar sin corazón.


De nuevo hizo gala de su habilidad y apareció a mi lado, con rapidez estiré el brazo hacia el otro lado, con lo que conseguí cogerlo del cuello. Le corté una oreja, algo que ya no le hacía gracia y mietras iba a volver a abrir la boca para amenazarme le corté la cabeza.


Luego de esto salió una mujer con un plato de comida que al ver a su padre, pues ella misma lo gritó, dejó caer el plato, con otro rápido movimiento estiré la espada y cogí el plato. Acto seguido lo deposité en el mostrador y de dos engullidas lo terminé.


Al fin volví la mirada y la observé: Una mujer obviamente fuera de lo común, pero por lo desaliñada, nada hermosa en comparación con las señoritas que uno divisa por estos lares. Su rostro era bonito, cabello negro y ojos claros. Cuerpo que la ropa hacía notar firme, y carnes abundantes y apetitosas. Al parecer no le entristecía la muerte de su padre, sino que la cogía por sorpresa.


Luego de esto estiré el brazo y la jalé por la pierna. Después di paso a mi lujuria, a la cual ella correspondió endiabladamente. En el momento culmen las cosas se me vinieron al suelo y sentí algo similar al dolor dentro de mí. Estuve apunto de matarla. Pero mientras me erguía desnudo y cogía mi espada entró su hermano, obviamente también lo mencionó. Acrecentó más su furia ver a su hermana y a mí complemente desnudos y embarrados en la sangre de su padre.
Al ver sus intenciones levanté mi espada. Era rápido como su padre, pero no tanto, no podía igualar su velocidad, pero si ver sus movimientos. En un acto de suerte en donde adiviné el blanco, lanzé mi daga y la clavé en uno de sus pies, luego de lo cual de un tajo corté la mano con la que sostenía su espada.


Otra vez su hermana no mostró piedad ante la muerte de otro familiar tan cercano.


-Esto quiere decir que ahora os pertenezco mi amo.


-No me hagáis reir. Yo no te quiero a mi lado.


-Pero señor...


-Está bien te voy a sacar de aquí, pero mantén la boca cerrada.


Salimos de la ciudad, lo que conllevó a un par de ataques y muertes más. Ya fuera me había acostumbrado a su presencia. Ya no me resulaba incómoda.


Siendo esto notorio, se volvió mi única compañía humana. Los animales que yo cazaba ella los cocinaba y con la propia sangre nuestra alimentación acababa siempre en un acto de fornicación sólo comparable con la de animales. Él único problema era que el dolor persistía luego del placer. A la vez ella se dedicaba a prodigarme caricias, cosa que me iba consumiendo de a pocos.


La dejé en este hogar que detesto como por un año sola, con mi daga, para que cazara sus propios alimentos, pues ella poseía cierta habilidad de su padre y hermano.


Pasó algo el tiempo despúés de mi partida, hasta que tomé una sensata determinación. La única mujer que rompió mi soledad, la única mujer que me hizo sentir tanto dolor, que ni el corte más profundo podría lograr equiparar. Pues en la ausencia de un corazón dueño de sentimientos puros, el amor es un agente necio que solamente busca un lugar al cual no pertenece. He de decir que tuve que matarla. No pude sentir amor, pues no era un alma con tal maldición, por tanto un ser tan puro como aquel que me prodigaba tanto, no merecía vivir para ver el desprecio que emerge de lo más íntimo de mi ser.


No daré más detalles de su muerte, pues esa muerte en particular no me produce el más mínimo placer.


Pasaron años y años, y seguía viviendo para matar. Al parecer mi último y peor pecado, a la vista de todos vosotros y mucha más gente, fue el de mantenerme con vida, aunque tenga el corazon yerto. Pues la única siembra que podía cosechar era secar más y más mi corazón con cada muerte que producía el brillo y el rasgar de mi espada.


Para qué explicaros más, para qué daros mayores detalles de otras muertes, para mí tan insignicantes ahora como fueron gratificantes en su momento, tan despreciables como un simple plato con arroz.


Para este punto de mi relato tengo una sensación extraña.


-Siento a alguien en mi puerta...


En ese momento un ruido como cascos resonó más fuerte y alguien que estuviera mirado con ojos de un simple ser vivo no lo hubiera notado. El nieto del anciano que mató en aquella ciudad extraña, el sobrino del hombre que asesinó, el hijo de la mujer de la cual tan cruelmente despojó la vida, cuando lo amó de una manera tan profunda.


De alguna manera cuando lo vió supo que era su hijo, quizá sería los ojos de su madre, el parecido a él, pero el detalle más notorio fue su movimiento silencioso y rápido. Fue como un relámpago. Lo mató en un instante, pues ya para entonces no contaba con las mismas habilidad, además cabe notar que el asesinato de la mujer lo cambió por completo...


Aún después de haber sido atacado con la espada llamada "Muerte" sus cortes lograron sanar con los días, mientras el yacía muerto en el lugar que odió tanto, del cual al parecer nunca logró escapar...